Vam néixer per gaudir del pa amb tomàquet, els espaguetis, el fuet, la botifarra amb seques, l’arròs a la cubana, l’escudella, el vi, la música, els nens, el mar i la muntanya, la família, la senyera i la rojigualda, els animals, les ermites, els llibres, el Nadal, les coses dels nostres pares i dels nostres fills, allò diví i humà.
Ja som aquí. Per dir que ens agrada Catalunya, a seques. I que no ens agrada la Catalunya nacionalista, perquè el nacionalisme és la degeneració de tot allò que estimem».
Así se cuentan a-sí-mismos los creadores de la web http://www.dolçacatalunya.com. Una página que centellea senyy esa especie de inteligencia intuitiva del catalán de siempre, que sabe distinguir el gato de la liebre. Ciertamente, el nacionalismo separatista de la ruin estrella de cinco puntas lleva – con malas artes, mucho dinero y no se lo vamos a negar, ciertas habilidades – vendiendo gato a los catalanes más de 40 años, gato que parece también se compra por españoles de otras regiones.
Toca pues que aprendamos a distinguir y recuperemos esa intuición del buen comerciante. ¡Queremos liebre, y no gato!
En http://www.dolçacatalunya.com hay liebre, rica, jugosa.
Felicidades a sus autores por su idea e iniciativa, ánimo en el empeño, y suerte, mucha suerte!
Aún no lo he leído pero no tengo duda ninguna de que el nuevo libro de Javier Barraycoa será de deliciosa lectura para los que amamos Cataluña y tenemos la intuición de que el nacionalismo de la estrella ruín se caracteriza, por encima de todo, por no decir la verdad de las cosas.
Su anterior libro Historias Ocultadas del Nacionalismo Catalán, también editado por LibrosLibres fue un soplo de aire fresco, además, obviamente, de una fuente interminable de datos para refutar la mitología del separatismo, sencilla, amena, divertida, con ese regusto de la ironía de tertulia cafetera y anisera.
Me llegó hace días la reseña – sólo mi falta de sacrificio y mi pereza han hecho que esta entrada se retrase – de su nueva obra Cataluña Hispana. Historias sorprendentes de la españolidad de Cataluña y el fraude del nacionalismo.
La tesis del libro es sencilla y me da a mí que tiene entidad como para ayudar a articular un discurso que ayude a derruír este edificio de la infamia que es el movimiento separatista en Cataluña; pues gracias a Dios conozco a Javier y he podido escuchar de primera mano lo que, seguro, ha plasmado en el libro.
El libro se presenta a lo grande: el próximo sábado 30 de noviembre, en el Hotel Atenea de Barcelona (calle Joan Güell 207), y será presentado por Juan Carlos Girauta, periodista de relumbrón, que siempre ayuda, aunque no tengo duda ninguna de que el acto será un exitazo no sólo en cuanto al número sino a la calidad personal de los asistentes.
Allí nos veremos y compraremos para leer…así que esta semana habrá que apurar lecturas…para dejar hueco.
Me cuenta un amigo en ese nuevo ágora contemporáneo que es el «whatsapp» que el conseller de Interior de la Generalidad ha afirmado en una radio adicta al régimen desleal que a su vez el Ministro del Interior le ha confirmado que no permitirán la entrada de autobuses en Barcelona. Al margen de que la noticia suena a intoxicación y contrainformación, como todos esos reportajes cocinados sobre ultras y concentraciones violentas, en Barcelona, los únicos que ejercen la violencia son los de la estrella ruín y esa parte de la izquierda radical y antihumana que sabe que para socavar la fortaleza moral de la Nación, nada mejor que aliarse con el que socava su unidad territorial: para muestra, mi última entrada en el blog; pero no son pocos los actos de violencia contra militantes, sedes y representantes políticos de partidos, grupos, asociaciones que defienden la verdadera catalanidad.
Desconozco si se ha declarado el estado de alarma, o excepción o sitio de la ciudad, y si alguien quiere soliviantar las libertades individuales…Nosotros no, las amamos porque España ha luchado por ellas durante siglos!
Me seduce la idea de que el día 12 de octubre, este año, Barcelona será la capital de España. Sí. La cabeza amorosa de España. El regionalismo clásico en Cataluña había defendido que Cataluña debía ser la cabeza, el motor del país, y reclamaba – legítimamente – su puesto debido en la marcha de la Nación. Muchos nos consideramos herederos de esa idea. Yo al menos. Estoy convencido – si no no escribiría desde el amor sino desde el resentimiento – que Cataluña, y especialmente Barcelona, han de aportar más que un grano de arena a la vertebración de este proyecto que es España, dentro de la europeidad y la Hispanidad. ¡Por supuesto! Y debe hacerlo desde el entusiasmo, la alegría, la lealtad, la valentía y la generosidad.
Me seduce la idea de que el día 12 de octubre en Barcelona estará una pequeña muestra de lo mejor de España. Una España cobarde en lo rutinario pero valiente y decidida en las ocasiones en que siente el soplo de la Historia. Los que estuvimos el año pasado en Plaza Cataluña, los que este año estaremos en Plaza Cataluña, los que desciendan en marcha desde calle Aragón con Paseo de Gracia, los que se concentran en Monjtuich, los que engalanen sus balcones con banderas de España y con la cuatribarrada – sin la estrella ruín de cinco puntos – estarán convirtiendo a Barcelona en la auténtica capital de España, cabeza, motor y corazón, reclamando de nuestras clases dirigentes, políticas, culturales y empresariales, una respuesta a la altura.
Reconozco que tengo serias dudas de que esa respuesta vaya a llegar con la suficiente prontitud. Pero da igual. El que tenga oídos, que oiga; y el que no, que sea prudente, porque el monstruo, como Roma, no pagará traidores.
Finalmente, os dejo una hermosa fotografía. Una pancarta del Casal Tramuntana en la Universidad Autónoma de Barcelona, que es un homenaje vivo a su amigo agredido por la turba separatista.
Orgullo nacional y amor a Cataluña. Amor de perfección. El de «te amo porque quiero amarte más y mejor». No ese amor pobre e infecundo de la estrella ruín de cinco puntas. No ese amor del nacionalista que cree que lo suyo es lo mejor, sino el amor del patriota que quiere que lo suyo sea lo mejor.
A muchos no les convencerán estas razones. Pongamos otras encima de la mesa.
Lo que nos ha traído hasta aquí es la expresión más extrema del liberalismo político. El individuo, convertido en masa societaria, mero agregado de individuos, pretende hacerse – desde la ignorancia y la pobreza moral – dueño y señor de su historia, de la suya y de la del resto. El liberalismo político, entendido como ese sistema de ideas y estructuras en que el hombre-persona es convertido primero en individuo, luego en ciudadano, y más tarde en mero votante, propaló desde el inicio el infundio de que el hombre era capaz por sus solas fuerzas de poder decidir sobre cualquier cuestión que se le plantease, con independencia de su formación, su pasado, su presente, sus virtudes. Ese infundio, en manos de la masa societaria, debidamente «trabajado» en las cátedras de Derecho emponzoñadas en manos de pensadores débiles y paniaguados al servicio del mismo sistema, devino en la afirmación de que la masa societaria, convertida en cuerpo electoral, por sus solas fuerzas, al margen de su historia, su tradición, sus exigencias, sus lealtades, su formación, sus virtudes colectivas e individuales, podía caprichosamente decidir el rumbo de las naciones.
Este movimiento separatista de la estrella de cinco puntas, que manipula nuestra bandera cuatribarrada, reinventa la historia, crea mitos e infundios, y azota con odio – rozando el odio racial en ocasiones – las vísceras de nuestros compatriotas acusando al resto de España de robar y expoliar, es la expresión bárbara de ese liberalismo bonachón y blandengue.
Por eso estaré el 12 de octubre. Porque nuestra fuerza será la fuerza de una bandera, que es de todos y acoge también con cariño nuestra senyera. Nuestra fuerza será un sentimiento de unidad, de amor. Nuestra fuerza será el proyecto colectivo, la idea sugestiva. Yo me manifestaré por mi nosotros. ¡Por mí y todos mis compañeros, como decíamos en el patio del colegio! Porque yo no soy único dueño de mi historia, ni ninguna generación es propietaria de su historia. Somos administradores, depositarios, fiduciarios, obligados a entregar a nuestros hijos algo mejor y más grande que aquello que recibimos, y no tenemos ningún derecho a decidir nuestra destrucción.
Estaré el 12 de octubre porque no creo en el patriotismo constitucional, que nos ha llevado hasta aquí. No servir a señor que se nos pueda morir. ¿Por qué servir a una Constitución, que no es sino una mera norma jurídica, por su propia naturaleza, mudable? No. Servir a España, porque España no es un Estado, ni un conjunto de ciudadanos libres organizados más o menos metódicamente, ni siquiera un conjunto de libertades, España no es una circunstancia de la historia, ni un capricho, ni fruto de la violencia. España es la idea. España es el compromiso. España es el proyecto. Y yo sigo creyendo en ella.
Sigo creyendo en una España en movimiento. Que tiene un pasado heroico, gigantesco, soberbio, hecho con el esfuerzo de millones de personas. Y tiene un presente exigente, duro, severo. Y tiene también un futuro maravilloso por delante siempre que se dén dos condiciones: primera, que quiera ser fiel a sí misma, sabiendo que España es Hispanidad, es comunidad de ideas, de pueblos, de lenguas; y segunda, que sepa vivir en su seno esa misma Hispanidad, que es unidad espiritual dentro de la hermosa diversidad de sus gentes. Está en el manual, y forzoso es recuperarlo.
Y el 12 de octubre a las 12 habrá comunidad espiritual.
Se habla mucho desde esas cátedras de Derecho emponzoñadas – y se traslada a los partidos menos viriles y leales aún a la idea de unidad espiritual – de repensar la Constitución, de repensar España. Ese discurso, permítanme, resulta vil, cobarde, infame, y además, intelectualmente inaceptable. Desde el 98 del siglo XIX nuestros intelectuales empiezan sus carreras diciendo que hay que repensar España y las terminan diciendo que España es unidad espiritual. Casi invariablemente. A los que no asesinan por el camino. No hay dos Españas, ni diecisiete, ni mil Hay una sola. Y no hay que repensarla. Hay que vivirla.
Lo de repensar España suena a libro cutre de autoayuda para indecisos. Otro placebo más para los españoles. Y no es la hora de la indecisión ni del engaño. Es la hora heroica del sentimiento. Suenan de nuevo los clarines: los de la España alegre y festiva, vibrante y combativa.
España se debe construir desde la Justicia, la Libertad y la solidaridad entre sus pueblos. Cuando cientos de miles de españoles sufren para llegar a fin de mes, el alma sensible de los que nos sentimos españoles, debe doler. Cuando unos cuantos miles de profesionales del odio quieren envenenar al pueblo catalán con mentiras, el alma sensible de los que nos sentimos catalanes, debe doler. Cuando vemos a España rendida a los pies de cualquier mandamenos extranjeros, el alma de los españoles debe dolerse.
Y hemos de atacar ambos males del mismo modo. Con la única medicina que conocemos: el amor. Y esto no es lírica de media noche. El amor a todos los españoles, sin excepción; la estima a todos sus pueblos, sus tierras y sus lenguas. La afirmación alegre de que juntos somos más, de que uno más uno nunca es dos cuando el amor fecunda. Yo y mi nosotros no somos dos, ¡somos ocho por lo menos! Mi vida no me pertenece, pertenece a mi nosotros, y por eso no puedo yo decidir sin más, sino siempre, por siempre, ¡con mi nosotros!
Repaso mis razones. Son las mías. No necesariamente debe ser las de todos, ni siquiera de muchos. Son las mías. Y me valen. Si anteayer era el celebrar la Fiesta Nacional de España, Día de la Hispanidad, con orgullo, naturalidad y espíritu de perfección, hoy invoco mis sensaciones.
Porque quiero pasear por mi ciudad, que es Barcelona, capital de Cataluña, hermosa, fecunda, rica región de España. Porque quiero disfrutar del sol o de la lluvia, del viento huracanado, o de la más exigente canícula, da igual, sea lo que nos depare esa maravillosa mañana. Porque paseando mi ciudad la hago mía. Y si es mía, lo que pretenden los de la estrella ruín y cainita de cinco puntas, es un acto delictivo. No me van a robar mi ciudad. Si me roban mi ciudad, roban mi pasado, mi presente y mi futuro; y eso no! Es legítima defensa. Legítima y amorosa porque tengo que defender mi futuro con mi nosotros.
Sí, acudiré a la Plaza Cataluña el 12 de octubre porque amo Cataluña. Una Cataluña heroica, leal, trabajadora. No una Cataluña ruín, emponzoñada con el odio racial, plora-mica y acobardada. Amo la Cataluña que quiere ser motor de España, la Cataluña seria y severa, algo retraída, introvertida, la Cataluña que reza y canta, que es rezar dos veces, en dos idiomas, igual de españoles, aunque uno sea universal gracias al empuje y la gallardía de miles de hombres y mujeres que me precedieron, y el otro se haya quedado apegado al terruño, y quiera ser secuestrado por una burguesía acaudalada que nos quiere comprar con mentiras, y una izquierda antihumana que nos degollaría, si pudiese, al atardecer.
Acudiré el 12 de octubre porque amo Cataluña. Porque mis padres son de aquí, y mis hijos, y mi nosotros lo es también. Acudiré el 12 de octubre porque crecí leyendo a José María de Gironella, y de pequeño visité innumerables veces el Castillo de San Fernando de Figueres y el Museo de Dalí, y algo, supongo, me quedó de esas virtudes heroicas de Álvarez de Castro, y mucho de la inconsciente lucidez del mago de los relojes blandengues, quizás el catalán más insigne que ha dado el siglo, aunque su memoria, su vida, y su legado hayan sido traicionados y olvidados por la barbarie secesionista. Acudiré porque deseo que mis hijos amen Cataluña, sus gestas, sus hombres, sus tierras, porque deseo ir a Poblet y a Santes Creus y sentir que mi Cataluña fue Europa y Cristiandad unida a los restantes pueblos de España, y se batió el alma en Montserrat; y porque deseo navegar, y pasear por el Delta que nos abre a España en un valle sin límites.
Acudiré el 12 de octubre porque no quiero ver a mi Cataluña en manos de una derecha burguesa, acobardada y desleal, que lleva su dinero a Suiza y refugia a sus hijos en colegios de habla extranjera mientras confisca a los ciudadanos hasta el último céntimo de su esfuerzo para construir su Estado imaginario y quiere condenar a nuestros hijos por generaciones. No quiero ver a mi Cataluña arrodillada frente a las grandes naciones de Europa, mendigando en unos años un puesto en la Historia cuando, siendo parte de España, ha ganado para sí las mayores loas del Universo entero.
Acudiré el 12 de octubre porque quiero pasear por Cervera con mi nosotros, y rebuscar en el pasado, y ver su Universidad, erigida por Felipe V por su lealtad en la Guerra, y subir a Montserrat y seguir viendo el estandarte del Tercio glorioso de catalanes imberbes pero valientes, y surcar las aguas de nuestro Mediterráneo (que es nuestro porque lo conquistamos al grito de Desperta Ferro), en la proa de un barco, mientras nos golpea ese viento, que no se ve, pero se oye.
Sí, porque amo Cataluña, su verde, su Ampurdán, sus costas, esos Pirineos que caminé de joven junto a otros jóvenes mientras soñábamos con una España que trabajaba, codo a codo, al ritmo de la jornada, creciendo la industria, prometiendo poesías nuevas con nuevos ritmos y nuevas rimas.
El próximo 12 de octubre, Día de la Hispanidad, un importante número de asociaciones y entidades, nos han convocado a cuantos nos sentimos catalanes y por tanto españoles, a cuantos amamos Cataluña y amamos España, a cuantos sufren ante el delirio de la secesión y no quieren vivir atados a ninguna cadena, a una concentración en la Plaza Cataluña a las 12 de la mañana.
Aún guardamos viva en nuestras retinas la imagen del año pasado: una Plaza Cataluña bañada de rojo y gualda, llena de la cuatribarrada de Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares, una senyera sin la mancha ruín de esa estrella de cinco puntas, que es icono del odio y el resentimiento.
Espero iniciar hoy una serie de pensamientos en voz alta sobre las razones, que son muchas, para que la Plaza Cataluña sea un hervidero de alegrías, deseos y gritos de unidad, para que las familias nos reunamos bajo la consigna sencilla de la verdad: somos España, som Catalunya.
O lo que es lo mismo: somos España porque somos Cataluña.
La primera razón parece obvia. De pequeño repetía…ser sobrio en el uso de mis derechos y generoso en el cumplimiento de mis deberes. Pues eso. Una deuda de amor. Es una buena razón.
Celebrar la Fiesta Nacional de España. Con naturalidad, orgullo y espíritu de perfección. Que además es Día de la Hispanidad. Pues España se hizo Patria acometiendo la mayor obra colectiva de la Historia.
Sí. Una deuda de amor a los cientos de generaciones de hombres y mujeres que en condiciones de vida más exigentes que nuestra acomodada vida burguesa, hicieron de España, con enormes y en ocasiones heroicos sacrificios, una Nación reconocida, respetada en el mundo.
Recordamos con naturalidad nuestro pasado, y renovamos nuestro compromiso de ser leales con la herencia que nos dejaron los mayores. Sí. Padres y abuelos. Y nos sirve eso para advertir que España no es una sociedad anónima con nombre comercial y marca, de la que nos podamos desligar vendiendo acciones, o en la que podamos someter a votación su disolución y liquidación.
Recordamos con orgullo. Sí. Porque lo es. Porque el nombre de España está escrito con letras de oro en la historia de las naciones modernas. Un francés, un italiano, inglés, alemán, ruso, colombiano, marroquí, argentino, cubano, chileno, portugués,…, y agotaríamos el universo entero, no pueden conocer ni entender su historia sin saber y conocer de España. Eso es ser Patria.
Y con espíritu de perfección. Amando de verdad. Porque, es verdad, amamos a España porque no nos gusta, porque la queremos mejor, más libre, más fuerte, más sana.
Allí estaré. Mientras me acerque al acto cogido de la mano de mis hijos recordaré a Fernando e Isabel, y a Colón que llegó a Barcelona, y a Adriano de Utrecht, unido a L’Ampolla, y a Cervantes, y a Cisneros, y Trento, y Palafox, y Álvarez de Castro, y a Rubén Darío, y a Dalí, y…y apretaré fuerte las manos de mis hijos y les animaré a sentirse orgullosos.
Apreciados amigos, os dejo aquí, ni quito ni pongo coma, nota de prensa de la Plataforma de Entidades «Cataluña tal cual», convocando a un acto festivo y unitario el próximo día 12, Día de la Hispanidad, y Fiesta Nacional de España, a las 12 horas en Plaza Cataluña.
Sí, Juntos Podemos, repetir, mejorar, la fiesta de afirmación del año pasado. Desbordemos las calles de nuestra alegría, nuestro amor a Cataluña, la verdadera Cataluña, no la invención desleal e insolidaria de las cadenas y los manifiestos tiránicos.
«LA SOCIEDAD CIVIL CATALANA LLAMA A CELEBRAR EL DÍA 12 DE OCTUBRE CON EL LEMA “SOM CATALUNYA, SOMOS ESPAÑA”
La Plataforma de Entidades CATALUÑA TAL CUAL (integrada por Asociación por la Tolerancia, Foro España Hoy, Impulso Ciudadano, Ágora Socialista, Plataforma Hispanoamericana en Cataluña), d’Espanya i Catalans, Arbil, Units, y España y Libertad han acordado crear un marco unitario para celebrar la Fiesta Nacional de España.
Con tal finalidad convocan a la ciudadanía a participar en una concentración con el lema “SOM CATALUNYA, SOMOS ESPAÑA” el sábado 12 de octubre de 2013, a las 12 horas, en la Plaza de Cataluña de Barcelona.
Las entidades han valorado que ahora, más que nunca, es imprescindible celebrar la Fiesta Nacional de España para reforzar los lazos que unen a los catalanes con el resto de los españoles y reafirmar que una Cataluña próspera de ciudadanos libres sólo será factible dentro de España.
En los próximos días las entidades se pondrán en contacto con partidos políticos y corporaciones para demandar su apoyo y asistencia a la celebración del 12 de octubre.
Para informar más pormenorizadamente sobre los detalles de la concentración, se convoca a los medios de comunicación a la rueda de prensa que tendrá lugar en el Centre Cívic Joan Oliver-Pere Quart a las 12.00 horas del jueves, día 19 de septiembre de 2013.
En Barcelona, a diecisiete de septiembre de dos mil trece
CONVOCATORIA: Presentación de “SOM CATALUÑA, SOMOS ESPAÑA”
LUGAR: Centre Cívic Joan Oliver-Pere Quart (Les Corts)
Dirección: C/Comandant Benitez núm. 6 de Barcelona.
Por sí alguno tenía dudas al respecto, hoy nos acostamos con la noticia de que, finalmente, CIU hará gobierno con ERC. Perdón, hará desgobierno, deslealtad, desunión, desorden, desconcierto. En fin, hará la antiespaña con fuerzas redobladas. Lo que hasta ahora hemos visto, leído y escuchado no es sino el prolegomeno. Todo parece que será la legislatura del conflicto abierto, de la insumisión al orden establecido, de la deslealtad institucionalizada.
La «contra» no será menos organizada, seguro. Algunos en la calle ondeando la enseña nacional, recuperando espacios públicos, llamando a la rebelión frente al nacionalismo sectario, mentiroso e inmoral. Otros, en los despachos. Unos pocos, en el Parlamento, con voz sorda y trémula, otros en el Parlamento con voz más bien lerrouxista e histriónica. Algunos, en los Juzgados y Tribunales defendiendo la legalidad.
Sin embargo, España, no se olvide, sólo saldrá airosa de esta batalla en defensa de la unidad y de la verdadera Cataluña si aparece como algo grande, enorme, gigante, algo casi mágico, muy superior a lo jurídico, a las leyes y a la Constitución, salvaguarda de las libertades individuales, y del orden económico (sí), pero también de nuestra dignidad personal y nacional, que la tenemos.
En realidad, nadie da la vida por un Código ni por una Constitución. Nadie da la vida por su condición de ciudadano, o de productor o empresario. La vida se da, se regala por cosas grandes, trascendentes, sobrehumanas. Por cosas que uno no puede ni comprender, ni aprehender, pero sí amar.
El odio de una idea sólo puede combatirse con la idea de un amor, y con el amor a la idea. La idea de España, así intituló Ganivet uno de sus trabajos, con los que se arranca un siglo que está ideológicamente por terminar.
Alguien tendrá ya que acabar con el noventayochismo y el criticismo. España se pregunta qué es, (no lo olvide el lector) desde que dejó de ser ella misma. La pregunta alienta el odio y la secesión, deshace lo infecundo, anima el desánimo, y sobre todo ahuyenta al joven que no quiere dar la vida por una duda. Descartes y su duda no hacen revoluciones ni levantan imperios. Acabemos con el noventayochismo y rehagámonos España.
No hay que hacer España ni rehacer España. Hay que hacerse España! Vibrar desde la mañana hasta la noche con su historia heroica, sus gestas, sus mitos, sus leyendas, sus tradiciones, sus lenguas, sus artistas y guerreros, sus reyes y sus doncellas, sus celestinas y sus donjuanes, sus santos y sus fulanas. El constitucionalismo, que tantas cosas buenas trajo al mundo jurídico, en cambio, pretende encasillar las naciones, petrificarlas en un conjunto más o menos flexible
y armonizado de normas y sistemas. Pero eso es matar a la nación, que es vida, movimiento, historia, herencia, Patria, tierra de los padres, de los nuestros y de los padres de nuestros hijos, y de nuestros nietos. La Patria es movimiento, porque es humana, y porque es humana resulta vano el esfuerzo de hacerla ensayo. España es poesía.
Se da la vida por un poema. España se hizo ensayo en el 98. Ahora toca matar lo que de malo ha dejado el noventayochismo: la duda permanente, el criticismo exacerbado, la mala consciencia de pecados no cometidos, que es escrúpulo, el diletantismo. Hay que matar el noventayochismo recuperando la idea de España, que es teatro, que es verso, que es gesta y cantar, del Mío Cid, y de Don Juan, y del Quijote, que es todo a la vez.
Acabemos con lo que de malo dejó el noventayochismo: el político mendaz y partidista, el empresario sin riesgo, el estraperlo, la corrupción, el parlamentarismo ramplón, la escolarización básica,obligatoria, gratuita e igualitaria, el obrero sin trabajo pero con subsidio, la quema de conventos y la quema de banderas, la universidad sin élite, la élite sin universidad. Cierto, Don José, ya lo decía usted, no es esto, no es esto!
Más allá de los votos, porcentajes, evoluciones, diputados, posibles pactos…lo importante es que en plena marea secesionista, con todos los grupos mediáticos dependientes del poder público, más el todopoderoso Grupo Godó haciendo de palmero del expresidente Arturo Mas, las fuerzas no nacionalistas ( así considero y hemos de considerar al PSOE-PSC) han tenido un resultado extraordinario.
Tema diputados no es relevante, porque el sistema de circunscripciones provinciales y de cómputo d’Hont hace que ERC tenga 1 diputado más que el PSC y 2 más que el PP, a pesar de que sólo supera en algo más de 20.000 votos al Partido Popular y de que, más sangrante aún, tenga 30.000 votos menos que el Partido Socialista. Esperemos al recuento final y al voto por correo. Pero dejémoslo. Estos últimos meses nos han demostrado que la batalla es en la calle, en los medios, en las redes sociales, en las escuelas, talleres, universidades, puestos de trabajo, empresas, amistades, familia. Es la batalla real. Lo otro, es impostura de parlamentarios.
Por ello hay que tener en cuenta que de los algo más de 3 millones y medio de votos, 1.320.000 (un millón trescientos veinte mil) votos han ido a partidos que indefectiblemente suponían el rechazo al proyecto separatista ( PP, C’s, PSOE-PSC, PxC, Via democrática, UpyD). En realidad, la alegría de los catalanes fieles a la auténtica identidad catalana ( hispánica hasta las cachas en el sentido más universal), deberíamos alegrarnos porque voto por la secesión es de 1.750.000 computando a CIU, SI, CUP y ERC.
Vamos, que de unanimidades, apoyos claros, y soberanía plebiscitaria nada de nada. Victoria clara en diputados de estas opciones fruto del sistema electoral. Pero la calle…la calle está a punto de ser recuperada.
Ahora hay que seguir adelante, redoblando esfuerzos y estrategias. El enemigo sale de ésta muy, muy tocado. Tras treinta años de control férreo de la sociedad catalana, con todas sus energías convocadas ( es claro que ni un ciudadano que esté por la secesión se ha quedado hoy en casa viendo a Alonso), con todo el poder mediático en marcha, mintiendo y engañando, retocando encuestas durante todo el proceso electoral – si no, no se explica el resultado final -, vendiendo falsas balanzas fiscales, y demás…no han conseguido sino un tremendo fracaso…es decir, volver al resultado del 2007, pero eso sí…han enfrentado al pueblo catalán y han permitido la organización de la contrarevolución separatista.
Mañana no muy fría. A mi derecha dejo la montaña de Montserrat, que no se ve, se adivina, tras la espesa niebla. Día de huelga general. Precavido, innecesariamente, llego a mi destino casi una hora antes de lo marcado, pues pensaba encontrarme carreteras paralizadas por los sindicatos de casta. Nada de eso. Carretera libre, aunque no se puede correr, porque a la menos te lo esperas salta la liebre, en forma de radar. Pronto atisbo Cervera, uno de esos cientos de municipios españoles que saben a historia viva de la Nación, que ahora, fruto del industrialismo y la concentración en grandes urbes, aparece como detenido. Huele a pueblo, efectivamente.
Paso por su Universidad, sí, la que fue erigida por orden de Felipe V tras haberse puesto del lado borbónico en la guerra de Sucesión española. ¿Qué hubiera sido de ti, Cervera, si la Universidad no hubiera perecido pasto de las llamas de la fortaleza de Barcelona? Dejo pasar ese pensamiento.
Tengo vista en el Juzgado de Primera instancia a las 10 pero llego a las 8,55. La ciudad duerme, y además, tarda mucho en desperezarse. Me da tiempo de pasear un rato por su Plaza Mayor; el carrer de les Bruixes, creo que así se llama, la calle Mayor – donde a mi izquierda veo un convento de Agustinos, ya no sé por quién habitado ahora -, placas de recuerdo de los Reyes Católicos, y esas estrechísimas callejuelas que asoman a la derecha, a mi paso, y son auténticos túneles de puro viento, pues la Cervera que paseo se cuelga sin miramientos en el cielo. Al final de la callejuela, España entera se abre a la ciudad en una inmensa llanura. Bruma.
Tomo un café y vuelvo sobre mis pasos. Hay quien dice que Cervera, que Cataluña, ¡que yo mismo!, no somos España. ¡Locos! ¡Ignorantes! Si ni la historia de vuestra tierra conocéis, cómo podéis amar el destino universal de España! Estos paseos por la Cataluña no barcelonina resultan embriagadores y reconfortantes, aunque haya esteladas en los balcones. Ni las miro. Dejarán de estar algún día, porque…porque en Cervera un día estuvieron Isabel y Fernando, y porque Felipe V erigió una Universidad, y porque…porque me huele igual que Sigüenza, o que Úbeda. Recuerdo a Rianu, y recuerdo que algún día me contó que había paseado por Cervera.
Hoy, en Cervera, he paseado un rato. Vuelvo a Barcelona. Con el sabor unamuniano de la universitas. Enganchado del brazo de Ortega. Gracias a ambos.