El atentado yihadista en Barcelona del pasado 17 de agosto nos cogió en el barranco o desfiladero del Ventamillo. Abría entonces yo y disfrutaba las primeras páginas de esos Momentos estelares de la Humanidad de Zweig, en concreto, la caída de Constantinopla a manos de los turcos, mientras la Cristiandad vivía emponzoñada en sus rencillas particularistas; el Imperio Romano caía ante la mirada irónica de venecianos, genoveses y romanos, olvidando su romanidad.
Ha pasado ya más de una semana. Comentarios, consideraciones, resúmenes, opiniones varias se han vertido ya por tabernarios, articulistas, tertulianos, periodistas, mineros, estudiantes, futbolistas, cantantes, taxistas, bomberos, policías, enfermeros, vendedores de flores, y rateros de barrio.
Peluches, velas, muchos “peace” y “amor”, infinita desinformación y utilización interesada, partidista, vil, de las muertes inocentes.
Sobre toda esa insidia, y sobre la vileza moral instalada en mi Barcelona, mi Cataluña, mi España, emerge – debo decirlo – la figura de Felipe VI, Su Majestad el Rey, quien ya aquella tarde clamaba con dureza contra el terrorista y el terrorismo, y alzaba su voz en defensa de lo que está en juego – nuestra Civilización -; muy superior en cantidad y en calidad a un mero equilibrio de poderes, a una declaración de derechos, o un estado de tranquiidad y bienestar. ¡Europa misma en juego! ¡Europa misma en combate!; quien, entre toda la basura política y periodística, ha sabido elevarse sobre la ruindad y crecer como español, como hombre, como Rey. Nada de frases vacías y de referencias a lo «ocurrido» o «sucedido» como la práctica totalidad de políticos de pago.
Recuerdo sencillamente esta programática declaración constitucional de que la forma política del Estado es la Monarquía parlamentaria. Lo parlamentario es lo adjetivo, lo monárquico es lo sustantivo. ¡Ojalá lo sustantivo quiera y pueda ser sustancial!
La Monarquía se sustenta en la Nobleza, no de título sino de estirpe y de alma. ¡Ojalá el principio monárquico se sobreponga y nos reconforte frente a la ruindad que está demostrando el principio democrático!
Veo al Rey en los hospitales reconfortando a las victimas, y le veo en las Ramblas, y en el Paseo de Gracia, le veo al frente del pueblo español representando a todos. Es España misma la que abraza al herido, la que reza ante las tumbas de los muertos, la que sale a la calle.
Majestad: Le insultarán y le denigrarán. Le rechazarán y preferirán ser súbditos de Satán antes que reconocer la supremacía de la monarquía hispana, pero recuerde que su autoridad le viene dada por la fuerza de la Tradición y de la Historia de un pueblo que si no plantó cara en el Guadalete, sí resistió en Covadonga porque tenía alguien a quien seguir y una fe y una misión; un pueblo que venció en Granada, dirigido por sus reyes, con su fe y su misión, y descubrió la mitad del planeta y alumbró una cultura bajo la fe y la misión de quien fuera Reina y Madre del primero de los Felipes, un pueblo que saqueó Roma y defendió el Espíritu y el Alma de Roma en Trento, y defendió Europa en Lepanto, a las órdenes del Segundo de los Felipes, y que cayó en Amberes, y luchó en Rocroi, y un pueblo que se pintó en Breda, con el Cuarto.
Quizás le parece raro que invoque este espíritu, y estos fantasmas. Pero no olvide que al final hay Reyes, por la misma razón que hay elfos, y enanos, y ninfas, y hadas, y hombres y ángeles.
Por mi parte, a sus órdenes!