Hay un dicho, del que no conozco su origen pero es ampliamente conocido: las armas las carga el diablo y las disparan los… A partir de esta afirmación, que ni es verdad teológica, ni filosófica, pero se funda en la experiencia humana, sirva esta pequeña reflexión en relación al fenómeno (llamémosle así) de Tabarnia.
Tabarnia tiene un valor innegable: demostrar, con la reductio ad absurdum la inmoralidad, la injusticia, la insensatez y la falta de fundamento político y jurídico del movimiento secesionista injertado en Cataluña.
Pero también tiene riesgos (cual es, por ejemplo, que nos aleje de la auténtica realidad cotidiana haciéndonos creer que vivimos en un video-juego de moda de la consola de moda donde nada tiene consecuencias y puedes recargar infinitamente las vidas) y errores sustanciales de extraordinaria gravedad si no se ataja y modula cuidadosamente el mensaje.
Con el cariño que merecen los promotores de esta «idea» en la medida que han privado de «iniciativa» a los separatistas y ha servido para mantener viva la tensión combativa de la mayoría social en Cataluña, me veo obligado a llamar la atención sobre algo muy grave y peligroso si al final las élites compran el trasfondo de Tabarnia: el fenómeno de Tabarnia no se puede sostener ni fundamentar sobre la idea de que Barcelona no es Cataluña (su web gira como «bcnisnotcat»); pues, al contrario, Barcelona es tan catalana como Figueras, o Agramunt, o Das, Cardona, Batet o Santa Coloma de Farners; del mismo modo que Barcelona no es menos española que Valencia, Mallorca, Bilbao, La Coruña, Badajoz o Madrid.
El problema no es ser o no ser catalán (perogrullada). El problema es que los separatistas han tergiversado y manipulado el concepto, la idea y la realidad misma de Cataluña; promocionando un concepto supremacista, cobarde, egoísta y antipático de lo catalán, en el que sólo caben ellos, los que odian. Yo tampoco quiero ese catalanismo supremacista de la estrella de cinco puntas. Pero no por ello hemos de renunciar a Cataluña.
Lo que debemos hacer es recuperar entre todos esa idea de la Cataluña laboriosa, que es tierra de acogida, generosa y simpática, en la que cabemos todos, en una España plural, puerta de Europa y del Mediterráneo, abierta a su Hispanidad, liderando con voz callada y corazón generoso un ambicioso proyecto de carácter universal, pues así se es Nación, y no mirándose enfermizamente el ombligo. Alabada sea Tabarnia si sirve a tal propósito; en otro caso, enterrémosla con cariño.
Tabarnia no puede significar que Barcelona no sea Cataluña sino que Barcelona, precisamente por ser Cataluña, debe y quiere defenderse del virus inoculado de egoísmo y ruindad e iniciar una reconquista política de lo catalán y lo español. ¡Barcelona es Cataluña!
Pingback: “Tabarnia: Barcelona sí es Cataluña”, por Jorge Buxadé
Jaime Campá dijo:
Estimado Jorge:
No seré yo quien cuestione tu pulcro razonamiento lleno de sentido común. Pero también tendremos que admitir que los efectos de la esbozada y muy abstracta idea de Tabarnia han resultado tan o más demoledores para el separatismo que las dos multitudinarias manifestaciones barcelonesas del pasado mes de octubre. Sin embargo también deberemos asumir que ni la fuga de los catalanísimos bancos, ni el éxodo de miles de empresas, ni el «tráfico» de capitales a Fraga, Vinaroz o Zaragoza han tenido un reflejo proporcionado en las urnas.
La propaganda y lo que los separatistas entienden por «información», que ha campado a sus anchas desde hace mucho años, se sumerge en absoluto desconcierto cuando aparece Tabarnia en escena. Es la primera vez en mucho años (todos) que estamos ganando una batalla en el terreno de la difusión. Y todo ello sin que los políticos tengan que tomar cartas en el asunto. Es el triunfo de la sociedad civil.
Barcelona es Cataluña, no cabe duda. Pero si Cataluña dejara de ser España, yo que soy barcelonés no querría dejar de ser español. Por eso, no creo que sea mala idea, prevenir antes que curar y avisar a aprendices de brujo.
Un abrazo.
Jaime Campá
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