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Mañana fresca en Barcelona. Ayer llovió. Ayer despedimos al Rector de la Universidad Abat Oliva, San Pablo CEU, Don Carlos Pérez del Valle, en una cena magnífica, a cubierto de la gota caliente y perturbadora. Gracias Carlos, y suerte, y ánimo, y vista, y al toro, y gracias de nuevo por tu labor. Carlos Pérez del Valle, maestro de juristas.
Ayer llovió y por la mañana florece el día. Santa Ana. Cogemos el teléfono y de forma metódica felicitamos a la larga lista de Anas y Joaquines que tenemos en la agenda. Con cada mensaje un recordatorio.
Me paro individualmente en cada uno de ellos. No puedo ni quiero ser injusto. Recordaré a Joaquín González, amigo, recién casado que será padre bien pronto, que me regaló un libro del que daré buena cuenta este verano porque la vida es así de injusta y uno no da para más.
Pero sobre todo he de recordar y detenerme en mis dos Anas. Hija y esposa fiel. Motor y alma de mi vida, o de mis muchas y malheridas y malvividas vidas. Heroínas, princesas, reinas y hadas de mi país de ensueño. Preciosas, alegres y simpáticas. Esforzadas y decididas, valientes y sacrificadas.
Al llegar a casa preguntaré: ¿eres feliz Ana? Mi felicidad estará en su respuesta.