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La pertenencia a una comunidad y más aún, la consciencia de ser miembro de una comunidad, es un elemento esencial para la vida humana.

La Persona, esto es el mero individuo en cuanto es-en-el-mundo, precisa para su complitud ser y sentirse miembro de una comunidad, que le arropa, que suple sus deficiencias, que le anima, le insufla fuerza, y eleva su ser individual dotando a sus personales objetivos de una trascendencia en cuanto lo que es bueno para mí lo es para mi comunidad y lo que hace fuerte a la comunidad me hace más fuerte, más libre, más igual a los Otros en cuanto miembros de la comunidad.

De este modo, la persona se identifica frente al Otro por su condición de tal y, además, por su pertenencia a tal o cual Comunidad.

Lo que caracteriza a la Comunidad, y en cierto modo la hace superior al mero grupo, reunión, asociación o sociedad humana, es que el elemento determinante no es el consentimiento de sus miembros, aunque ni lo excluye ni lo evita, ni lo sustituye. Lo característico de la Comunidad, tal y como la expongo aquí, es que se trata de un tipo de organización humana que, una vez constituida – por las razones que sean – sus miembros, por sí solos y por su exclusiva voluntad, no pueden disolverla. En la comunidad, que obviamente no excluye el consentimiento de sus miembros, lo determinante no es la voluntad de los mismos, sino la consecución de un fin propio de la comunidad, distinto pero no ajeno al de sus miembros. Tolkien lo expresó con claridad en su Comunidad del anillo.

En esa Comunidad lo determinante no es el consentimiento constitutivo – aunque todos los que acudieron a la llamada en Rivendel lo hicieron voluntariamente – ni la raza, el género o la especie sino la convicción profunda de estar cumpliendo una Misión, que se sobrepone al mero interés individual pero no destruyéndolo sino elevándolo y ennobleciéndolo.

Eso es la Patria entendida como comunidad nacional, más que un pueblo, más que una sociedad, más que esa capidisminuida nación de ciudadanos que construyó el constitucionalismo del XIX. En la Comunidad nadie está solo. El Rey de España lo dijo el 3 de octubre del año pasado.

Ésa es la fuerza que nos ayuda a seguir caminando.