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Llega a mis manos por pura causalidad esta obra maravillosa. La leí, la devoré, en un par de noches. El autor, psicoanalista judío, recoge en esta obra sus personales impresiones e intuiciones intelectuales a propósito de la vida en los campos de concentración de la Alemania nacionalsocialista.

El libro, a pesar de lo que pueda parecer, no es un panfleto ideológico lleno de prejuicios, sino un maravilloso ensayo que tiene momentos realmente extraordinarios, acerca de la capacidad del ser humano de sobrellevar y hacerse fuerte en el sufrimiento, encontrando el sentido de la vida. Para comprender lo que dice el autor es preciso tener en cuenta el concepto que para Víctor Frankl tiene el sufrimiento. El sufrimiento no se ve o analiza por el autor como el puro dolor, en oposición al placer, sino como una posibilidad extraordinaria en la que el hombre, si sabe sobreponerse, es capaz de ver el sentido de la vida, a través de atribuir un sentido a su sufrimiento.

Para el autor, el sufrimiento se convierte entonces – cuando se le da un sentido, que siempre es un sentido que se encuentra en otro, o en otra cosa y no en uno mismo- en sacrificio, y eso hace al hombre más fuerte, más maduro. Es por ello que el autor se refiere al sufrimiento omnipresente. Porque el hombre, para ser tal, para poder vivir dignamente, se ve constantemente obligado a asumir sacrificios, a vivir en el sufrimiento, en la renuncia de uno mismo, en beneficio de otros, y sólo así puede hallar cada día, y en cada momento, el sentido de su vida.

Es indiscutible que la posición intelectual de Frankl, al menos en este libro, viene mediatizada por su experiencia en los campos de concentración nazis durante la segunda guerra mundial donde él mismo vivió y compartió extraordinarios sufrimientos y privaciones con otros muchos hombres y mujeres, y advirtió que aquéllos que en esas terribles circunstancias eran capaces de encontrar un sentido a su vida, cada día, eran los únicos capaces de sobreponerse a las dificultades. Para el autor, el sufrimiento es una acción positiva que conlleva crecimiento madurativo. Cuando la libertad exterior queda negada, se le abre al hombre la posibilidad de alcanzar el máximo con su libertad interior.

Es claro, que frente a las posiciones de Freud y Adler -que él mismo cita al final del libro-  para Frankl, en el hombre, además de lo psico-somático hay también una dimensión espiritual, y será precisamente ésta, ahí donde se encuentra lo más propiamente humano, el lugar en que tomará pie para desarrollar la logos-terapia. El hombre halla el sentido de su vida, de su sufrimiento, de su hacer, y de su sentir, en el otro, o en otra cosa; nunca en sí mismo.

 De esta forma, el hombre se trasciende, sale de sí mismo, pero lo hace por sí mismo, por ese el autor lo llama autotrascendencia. Pero es más allá de las cuestiones digámoslo, así, técnicas, la obra es interesante por lo que tiene de conocimiento del comportamiento humano, de sus motivaciones y necesidades, de sus aspiraciones, sueños, privaciones, traiciones y heroicidades. Y por su conclusión: el hombre sano es el que busca cada día el sentido de su vida, y lo halla en el otro, o en el Otro.